Esta envigadeña de 8 años vive en el Mediterráneo habla 5 idiomas e interpreta el violín y el clarinete en una orquesta. Conózcala.
Aunque Laura, su mamá, la califica como tímida, Salomé Motta Herrera es pura chispa: conversa, pregunta y sonríe. Así, espontánea y locuaz, fue que en menos de 6 meses aprendió a hablar a la perfección griego, finés, inglés y francés.
“Acá estoy rodeada de griego, entonces para poder comunicarme y conseguir amigos tenía que aprender… Además, tengo una amiga que habla fines y francés, porque sus papás son de allá, entonces ella me enseñó. La verdad fue muy fácil porque ponía atención a las conversaciones y cuando escuchaba una palabra que no me sabía, preguntaba su significado para guardarla en mi mente por siempre”.
Aunque nació en Envigado y su familia materna todavía vive en el municipio, el acento de esta pequeña es poco común, pues antes de llegar a la isla de Chipre, ella y su mamá residían en México.
“Cuando cumplió 2 años de edad nos fuimos para Norteamérica en busca de nuevas oportunidades”. Desde sus primeros años, Salomé se interesó por la música y el baile.
De hecho, cuando aprendió a hablar, le dijo a Laura que quería tocar el violín, “pero le contesté que había que esperar a que yo consiguiera el dinero, porque ese instrumento es muy caro”.
Sin embargo, hace 2 años se le cumplió el sueño. Lo que inició como una visita, terminó en la continuación de su proyecto de vida. “Vinimos a Chipre a visitar a mi hermana porque estaba enferma, pero en este país vi para mi hija un mejor futuro y nos quedamos”.
La escuela en la que ingresó Salomé estaba vinculada a El Sistema Cyprus, un programa de coro y orquesta que ofrece educación musical a los niños y jóvenes, incluidos los migrantes, refugiados con menos oportunidades, para garantizar que sean respetados, reconocidos e incluidos en la sociedad.
En ese espacio les prestan los instrumentos y se los enseñan a interpretar. “Elegí el violín porque amo tocarlo y me emociono mucho cuando lo hago. Mi experiencia en la orquesta es increíble, he tenido varias presentaciones y conciertos, eso me encanta porque es emocionante escuchar de fondo todos los instrumentos y los ritmos”.
De hecho, dice, “ahí me di cuenta de que la música siempre empieza lento y aumenta la intensidad, y va variando, aunque a mí me fascina sentir la fuerza del final”.
No obstante, un año después de estar interpretando el violín, se mudaron a una casa que quedaba a más de una hora del lugar de ensayo.
“Era un viaje largo y llegábamos de noche a la casa, así que el maestro me propuso que podía seguir en la misma orquesta pero en otro sitio, con otras profesoras y otro instrumento”, cuenta Salomé.
Al principio se deprimió porque tenía que dejar el violín, sin embargo, en el clarinete encontró nuevas melodías y un compañero inseparable, “ya no sé cual de los 2 me gusta más”.
Como era de esperarse esta vecina de 8 años está entregada por completo a la música, y aunque asegura que cuando crezca prefiere ser bombera, doctora, psicóloga o cantaora, quiere continuar explorando nuevos instrumentos que le permitan disfrutar de lo que tanto la apasiona.
Fuente: GENTE